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¿Qué ocurre cuando se invierten estos papeles? Cuando ella gana más que él
Ella paga las cuentas, las vacaciones, el coche nuevo: cuando las mujeres ganan más que sus parejas, la situación puede volverse explosiva para la relación, por eso lo principal es pensar no solo en las finanzas, sino en el papel de cada uno.
“Déjalo, esto lo pago yo “, es una frase que no es raro oír en boca de una mujer, pero en la mayoría de los matrimonios y uniones el hombre es el que más dinero gana. ¿Qué ocurre cuando se invierten estos papeles? No todos los hombres lo aceptan con facilidad.
“El dinero es un medio simbólico cargado de significación”, afirma Caroline Ruiner, del Instituto de Ciencias Laborales de la Universidad de Bochum. Ruiner analizó en un estudio cuatro años de datos del proyecto “Vivir juntos con economías separadas”, sobre el papel del dinero en parejas en las que los dos trabajan. Para el informe se estudiaron 1.114 parejas.
Según los resultados, el 34 por ciento de las uniones organizaba sus finanzas de forma conjunta, es decir con cuentas bancarias y propiedades en común. A su vez, un 20 por ciento tenía economías separadas y en el 45 por ciento de los casos a veces se hacía de una forma y otras de la segunda manera.
Cuando la mujer gana más que el hombre, éste puede tener temores existenciales y de fracaso. “Ellos tienen esa imagen del ‘proveedor ‘ en la cabeza “, afirma la psicóloga y terapeuta de pareja Svenja Lüthge. Los conflictos suelen surgir sobre todo cuando el dinero escasea y ella es quien más ingresos trae a casa.
En esta constelación puede quebrarse una relación basada en una visión conservadora de los papeles masculino y femenino. “En ese contexto hay que hacerse la pregunta: ‘¿es él realmente el compañero adecuado a largo plazo?’”, afirma Lüthge.
La situación se suele volver crítica cuando el marido está además descontento con su trabajo. En esos casos no sirve de nada debatir, “sino que lo que hay que hacer es animar al otro a tomar medidas “, según la psicóloga. Con frases como “me gustaría que estuvieses más satisfecho “, en vez de “siempre te quejas de tu trabajo”. Y entre los dos deberían pensar en qué se puede cambiar, por ejemplo con negociaciones para pedir un aumento o cursos de formación para ascender.
“‘¿Otra vez zapatos nuevos? ¿Tiene que ser siempre el agua mineral más cara? ‘. Quien siente que su pareja le echa en cara los gastos, puede sentirse muy incómodo “, señala Lüthge.
Otra posibilidad es hacer una lista en la que quede fijado qué se compra en conjunto y qué paga cada uno.
“No es bueno para el equilibrio que uno sea el que siempre da y el otro el que recibe. Las parejas deben acabar con esta dependencia ocupándose de que haya un equilibrio “, señala por su parte el psicólogo Bernhard Broekman.
Así, el que menos gane puede hacerse cargo de otras tareas como ocuparse de la familia o la casa. Porque lo más importante es que las cosas estén claras. Preguntarse: “¿Qué nos une?”, afirma Lüthge. De ese modo, las parejas pueden desviar el centro de la atención del dinero.
El estudio científico mostró que la forma en que las parejas abordan el tema monetario se basa en la manera en que entienden la relación. En resumen: dime cómo tratas con el dinero y te diré qué clase de relación tienes.
En los matrimonios en los que hay un modelo colectivo, el dinero es visto como “de los dos”. En cambio, quien se ve a sí mismo como parte individual de una pareja, lo considera “suyo ” y le cuesta compartir ciertos gastos.
A menudo las parejas no son conscientes de cómo piensan respecto del dinero, porque se trata de una concepción que parte de las vivencias en la casa paterna, según Broekman. Muchos han oído la frase “sobre dinero no se habla”, pero no es posible que una relación avance sin tocar el tema. A más tardar cuando se quiere tener hijos, es necesario aclarar las cosas, subraya Lüthge.
Porque por ejemplo si la mujer es la que trae gran parte de los ingresos a casa, habrá que reorganizarse si al tener un bebé tiene que reducir su horario de trabajo o dejarlo por completo.
Es bueno hablar de dinero, aunque no en público. “Nunca hay que discutir delante de extraños”, advierte Broekman. Ni tampoco darle el dinero a él para que pague, como si fuese propio. “Eso solo guarda las apariencias y causa insatisfacción “, en opinión de Lüthge.
En el caso de que sea un préstamo que él no quiere aceptar, hay que preguntarse si en general le cuesta recibir favores de otros o solo le pasa con la novia o la mujer.
Pero sobre todo no hay que imponer al otro el propio estilo de vida, añade Lüthge. “Cada uno tiene que vivir como desee y no presionar al otro “.