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La industria pornográfica ha sido una de las principales impulsoras de la web
Como de otras tecnologías coetáneas y anteriores. Nada de qué avergonzarse. De hecho, seguramente su contribución merezca nuestro agradecimiento. Especialmente si uno se sienta a imaginar dónde se habría quedado si su desarrollo dependiese de las administraciones públicas o de la industria audiovisual ‘moralmente lícita’. Y más de uno le debe el ser ambidiestro.
Cuando nació internet, el porno ya existía (evidentemente). Es una industria que, misteriosamente, siempre ha tenido un sexto sentido para detectar las tecnologías –y lanzarse a ellas de cabeza– que iban a tener un calado indiscutible en el público: el VHS, el vídeo en Flash (ahora en decadencia) y en streaming, la banda ancha, el chat en vivo, el comercio electrónico… Usábamos el P2P y sus predecesores para descargar porno mucho antes que para hacer llamadas gratis con Skype.
Los daños colaterales fueron el spam, los dialers, el malware o la publicidad maliciosa y coñazo. Incluso ha hecho suyo algún que otro avance. El vibrador se comercializaba hace 130 años como ‘aparato doméstico’ de tratamiento contra la entonces considerada ‘histeria femenina’ y tiene el honor de contarse entre los cinco primeros electrodomésticos. La industria del porno lo sacó de los grandes almacenes y lo convirtió en el juguete sexual que es hoy.
Pero de un tiempo a esta parte parece que el porno está perezoso en su afán por ser el primero en adoptar las más recientes tecnologías. El relevo lo están tomando en su lugar los videojuegos. Probablemente sea culpa de la política de ‘nada de sexo’ en la App Store. Hoy las aplicaciones para móviles acaparan gran parte de la atención de público, programadores y medios, siempre y cuando existan para iPhone. Así que nos estamos perdiendo formatos acertados e innovadores para presentar contenidos porque nadie va a hacerlo sólo para teléfonos Android, donde las tetas sí tienen cabida.
Para ejemplo, el caso de Playboy: estaba en la Web desde el primer minuto. En cambio tardó meses en adaptarse al iPad después de que su deseo de volcar íntegramente su hemeroteca se esfumara de la App Store con la nueva política de contenidos que dejó la tienda de aplicaciones de Apple tan casta como la biblioteca de un convento. ¿El resultado de aquel arranque de puritanismo? Playboy y muchos otros medios condenados por tal decisión adaptaron sus contenidos para que pudieran visualizarse perfectamente desde los iPhone y iPad. Divertida ironía: hoy el navegador web Safari –el de Apple– resulta mejor que ningún otro cuando se trata de ver porno. Pero de momento la cosa se queda ahí, en la fórmula clásica: contenidos (cambia el lenguaje de las páginas web y el formato del vídeo) y pasarelas de pago.
En cambio los videojuegos aprovechan hasta el último recurso y cada sensor presente en los móviles para ofrecer nuevas experiencias y posibilidades a los jugones: cámaras, pantallas de alta definición, giroscopios y sensores de movimiento, brújulas y GPS, micrófonos… Todo ello junto o por separado redefine los videojuegos de una forma que nunca antes habíamos visto.
Además se podría mencionar también la imagen en 3D que desde hace tiempo ya se puede disfrutar en películas, cines y videoconsolas –e incluso móviles– pero que apenas cuenta, salvo excepciones, con una apreciable cantidad de contenidos y canales concupiscentes en 3D. Al parecer en China se vuelven locos con la lujuria tridimensional. En Hong Kong la película 3D ‘Sex and Zen: Extreme Ecstasy’ superó el día de su estreno la recaudación de Avatar. Mientras tanto, por aquí el anuncio de «va a salir alguna en algún momento y lugar» es motivo de noticia.
[box bg=#006699 color=#FFFfff]Steve Jobs era un visionario y quería que el video en html5 sustituyera a flash, la mejor manera de hacerlo, prohibir las app del porno, y como consecuencia todas las paginas porno pasaron a html5 .Un genio[/box]
Y con esto cierro el Word por hoy y me voy a navegar un rato. Alguien tendrá que demostrarle al porno un poco de agradecimiento y, según argumentan por ahí, todos esos vídeos no se van a ver solos.
*Artículo originalmente publicado en el nº172 de GQ